martes, 5 de abril de 2016

JD McPherson, transamericana a medio camino




Anoche vi por primera vez a JD McPherson, ya que su anterior visita a la Ciudad Condal me la acabé perdiendo a cambio de una buena cena en excelente compañía.

Me habían advertido ya de que, si en su anterior disco su repertorio hacía únicamente pequeñas concesiones a la actualidad concentrándose, básicamente, en el R&B y el R&R de los 50 y 60; su nueva aventura emprendía la marcha por muchos otros derroteros que generaban, entre los fans y seguidores, una cierta perplejidad.

El resultado fue un concierto de rock clásico americano, en que se abarcaron expresiones más actuales, con los músicos entregándose a largos desarrollos (imposible no pensar, en un momento dado, en los Who del 70 o 71), sin perder algunos anclajes con los sonidos más clásicos, pero atreviéndose con otras sonoridades que lo mismo le llevaban por un rock tardo sesentero que por una bosta springsteeniana. Una especie de crucero musical transamericano de rumbo algo errático.

Más que un veredicto final, cabe esperar a ver hacia dónde evoluciona la cosa: si hacia un sonido más compacto con sus pertinentes ramificaciones que suene, en conjunto, más coherente; o si se estancan en esta tierra de nadie donde, de todos modos, el espectáculo y la calidad musical están garantizados por un quinteto de músicos excelsos. Lo que queda más o menos claro es que el camino lo tienen recorrido sólo a medias. Si es que hay un camino.

En el poco rato que anduve por el after party en el 99%, no fueron pocos quienes acusaban a JD y los suyos de venderse a todos los públicos y de razonar, exclusivamente, en términos pecuniarios.

Una tediosa reunión a primera hora de hoy me hizo desistir de intentar intimar con los miembros de la banda para intentar escudriñar cuánto hay de cierto en ello. Así que me fui al sobre preguntándome si no es artísticamente lícito que un músico amplíe sus horizontes y si, además, no es también lícito que ese mismo músico, que vive de la música, no pierda de vista las facturas y ese fin de mes que llega, aproximadamente, cada treinta días.

Especial agradecimiento a Anna por el convite a un concierto que, de lo contrario, mi lamentable condición financiera y mi escasa predisposición a asomar el hocico fuera de casa entre semana, me habrían hecho pasar de largo.

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