Anoche vi por primera vez a JD
McPherson, ya que su anterior visita a la Ciudad Condal me la acabé perdiendo a
cambio de una buena cena en excelente compañía.
Me habían advertido ya de que, si
en su anterior disco su repertorio hacía únicamente pequeñas concesiones a la actualidad
concentrándose, básicamente, en el R&B y el R&R de los 50 y 60; su
nueva aventura emprendía la marcha por muchos otros derroteros que generaban, entre los fans y seguidores,
una cierta perplejidad.
El resultado fue un concierto de rock
clásico americano, en que se abarcaron expresiones más actuales, con los músicos entregándose a largos
desarrollos (imposible no pensar, en un momento dado, en los Who del 70 o 71), sin perder algunos
anclajes con los sonidos más clásicos, pero atreviéndose con otras sonoridades
que lo mismo le llevaban por un rock tardo sesentero que por una bosta
springsteeniana. Una especie de crucero musical transamericano de rumbo algo errático.
Más que un veredicto final, cabe
esperar a ver hacia dónde evoluciona la cosa: si hacia un sonido más compacto
con sus pertinentes ramificaciones que suene, en conjunto, más coherente; o si se estancan en
esta tierra de nadie donde, de todos modos, el espectáculo y la calidad musical
están garantizados por un quinteto de músicos excelsos. Lo que queda más o menos claro es que el camino lo tienen recorrido sólo a medias. Si es que hay un camino.
En el poco rato que anduve por el
after party en el 99%, no fueron pocos quienes acusaban a JD y los suyos de
venderse a todos los públicos y de razonar, exclusivamente, en términos pecuniarios.
Una tediosa reunión a primera
hora de hoy me hizo desistir de intentar intimar con los miembros de la banda
para intentar escudriñar cuánto hay de cierto en ello. Así que me fui al sobre
preguntándome si no es artísticamente lícito que un músico amplíe sus
horizontes y si, además, no es también lícito que ese mismo músico, que vive de la
música, no pierda de vista las facturas y ese fin de mes que llega,
aproximadamente, cada treinta días.
Especial agradecimiento a Anna
por el convite a un concierto que, de lo contrario, mi lamentable condición
financiera y mi escasa predisposición a asomar el hocico fuera de casa entre
semana, me habrían hecho pasar de largo.
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