lunes, 17 de octubre de 2016

Una bonita anécdota de Thierry Steuve




Estas líneas fueron escritas en 2012 para un fanzine mexicano que jamás vio la luz.

“My Fave 45” era la sección del fanzine donde el colaborador invitado hablaba de su disco de siete pulgadas predilecto.

Hoy me duele especialmente rescatar este texto, porque ese disco me fue generosamente regalado por Thierry Steuve: puntal de la escena Mod europea, agitador, coleccionista y gran apasionado de un montón de cosas de ésas que amamos. Ya saben, Bond, Spy Movies, R&B, Soul, Motown...

Thierry fallecía este fin de semana de un paro cardíaco.

Volviendo al disco (cuyo título duele hoy más que nunca), en el momento de dármelo a cambio de nada, Thierry sabía muy bien que su precio era elevado y, desde luego, en aquellos días no estaba pasando por un momento económico especialmente halagüeño.

Aún así, no quiso dinero, sino sólo que lo disfrutara.

Sirva, pues, la exhumación de estos renglones como pequeño homenaje a su memoria y como muestra de afecto hacia él y hacia su familia.

Descansa en paz, Thierry, allá donde estés.

***

JACKIE WILSON – A Lovely Way to Die (Coral 45, FR)


Es difícil, a estas alturas de la película, decantarse por un 45 RPM en particular. Decir que tal o cual es mi preferido sería mentir, y el hecho de ser un fan acérrimo del formato elepé –y, por tanto, de haber vendido singles por adquirir su elepé original- tampoco ayuda: siguen siendo demasiados temas, de demasiados estilos, que significan demasiado para mí.

¡Pero qué demonios! Hay uno que, por su historia, bizarrismo, por ser de uno de mis cantantes favoritos y por aglutinar dos cosas que me encantan (Soul elegante de mediados de los 60 + banda sonora de peli de espionaje de la misma época), se lleva el gato al agua.

Insisto, no es objetivamente mi favorito; ninguno lo es… pero ¡¡ay cómo me lo quiero!! 

Un poco de historia.

En 1967 Jackie Wilson, ese cabroncete follardín de Jackie Wilson, recibe un encargo del que, aún hoy, poca gente está al tanto, incluidos algunos biógrafos y fans del artista: Se trata de viajar a Italia para grabar una canción para una película de acción y espionaje, protagonizada por Kirk Douglas, la exuberante Sylva Koscina y el histriónico Eli Wallach.

Ese mismo año, Wilson (que se había divorciado dos años antes de su primera mujer, por mujeriego impenitente) había estado en la cuerda floja al haber sido sorprendido en un hotelucho de Carolina del Sur junto con su amigo Jimmy Smith (el baterista, no el famoso organista) practicándoles la coyunda a dos jovencitas blancas. 

Algo inaceptable, como podrá el lector deducir, para la moral puritana de unos Estados Unidos en plena guerra pro derechos civiles. Y más en ese estado, Carolina del Sur, auténtico Valhalla del paleto.

Así las cosas, proscrito en el edén redneck por antonomasia y con la mirada pública fija en su cogote, a Jackie ya le vino bien cambiar de aires y escaparse románticamente con la que entonces era su amante a Italia, para grabar el tema que nos ocupa: un poderoso soul uptempo, perfecto como banda sonora de película de espionaje y perfecto (más aún) para gastar suela de zapato sobre el parquet de un club.

Este disco saldría en Francia para la etiqueta Coral, con muy escasa distribución, lo que lo convierte en objeto de deseo para muchos coleccionistas, y en pieza ignota para un considerable número de fans y biógrafos del artista, el cual ni siquiera supo jamás de la existencia del disco.
Wilson volvió de Italia y al poco tiempo, y siguiendo las indicaciones de Nat Tarnopol, se casó con su novia oficial de entonces, la bella modelo Harlean Harris. 

Así que aquella escapada quedó en una pura anécdota.

El disco sale a la luz

Años (muchos años) después, con la aparición en subastas online de las primeras copias de este “A Lovely Way to Die”, sería aquella ex amante (y hoy por hoy mujer del mítico Sam Moore, de Sam and Dave) la primera interesada en conseguir una copia, ofreciendo pingües billetajas por ello. Gracias a esa insistencia, el Dj y collector neyorquino Michael Robinson reconstruiría la bizarra historia de este siete pulgadas que les acabo de narrar, del que se rumoreó la existencia (todavía no probada) de un álbum y de un single inglés. Sí está probada -agárrense, que vienen curvas- la existencia de un single japonés de extrema rareza.

Por supuesto, nada tiene que ver este tema con el “That’s a Lovely Way” grabado años después por el artista e incluido en el recomendabilísimo elepé “You Got Me Walking”.

“A Lovely Way to Die” funciona de maravilla en pistas de baile tanto de eventos Mods como de eventos más centrados en el Soul. 

Por mi parte, inútil decir que estuve picando infructuosamente piedra durante años, ofreciéndome como siervo de acaudalados millonarios, poniendo a la venta partes de mi organismo; y cuando presa de la desesperación ya estaba dispuesto a tatuarme la palabra OJETE (así, en caracteres góticos) en la frente si ello me proporcionaba una copia, se obró el milagro: el DJ y agitador belga, Thierry Steuve, tuvo el detallazo de regalarme (ya lo han leído bien, ya:   r-e-g-a-l-a-r-m-e ) una copia.

Como habrán adivinado, además de haber escrito al ayuntamiento de Barcelona exigiendo que le hagan un monumento a Thierry en la Plaça de Catalunya, al disco en cuestión le canto nanas antes de irme a dormir, le tapo con una mantita las noches en que hace frío, y le pregunto por las mañanas “¿qué tal está mi pequeñín?”.

Así de acabado estoy. 

Pero, también: ¡así de glorioso es este disco!

Ouch.

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