miércoles, 12 de julio de 2017

En el nombre de los muertos




En las mismas fechas en que el Cuerpo Nacional de Policía confirma que el Partido Popular usó la fundación Miguel Ángel Blanco parar financiar ilegalmente campañas, dentro de ese engranaje complejo y diabólico llamado Trama Gürtel, los representantes del partido, lejos de pedir perdón, bajar la cabeza y sucumbir ante un más que razonable auto asco, señalan con el Gran Dedo Acusador al Ayuntamiento de Madrid por no sumarse a la charlotada de la pancarta dedicada al finado en el aniversario de su vil asesinato.

Porque, claro, seguro que el alma de ese chaval al que aquellos hijos de la gran puta "ajusticiaron" (según su fétida mentalidad) tras las peores últimas 48 horas que nadie pudiera sufrir, descansa en paz sabiendo que quienes usan su nombre y esos dos días de desesperado dolor para llenarse los bolsillos, ponen una pancartita con su cara en la fachada de su ilegalmente reformada sede. Seguro que sí.

“¡Hey! ¡Muchas gracias, compañeros!”, me parece estar oyéndole proclamar desde la tumba. “Que os aprovechen las putas, la farlopa y el marisco amasados usando mi nombre que, total, yo ya estoy criando malvas”, apostilla, con una sonrisa beatífica.


 Morir en democracia

Yo no sé cómo era Blanco. No sé si era un tipo honesto o un trepa. Un gilipollas o un tío cabal. Buena gente o alguien que iba por la vida dando por el culo al prójimo. No lo sé, repito. Sólo sé que por muy contradictorias, imbéciles o incluso cicateras que puedan ser las ideas que uno defiende y/o la forma de defenderlas, no se merece por ello la muerte.

Y, menos aún, una muerte así.

La del asesinato del valiente a manos del cobarde, del miserable, del gusano. Nada que ver con un Carrero Blanco o un Melitón Manzana. Nada que ver con una presunta guerra de liberación. Nada que ver con ideales, de hecho.

Te mato porque puedo y porque quiero y porque no hay una mierda que puedas hacer al respecto.


Víctimas muertas y víctimas vivas

El caso es que a Miguel Ángel Blanco le mataron mientras que otras víctimas del terrorismo en tiempos de democracia (por muy precaria que ésta fuera y siga siendo), personas que como él se jugaron algo más que el tipo por defender sus ideas, gente como la propia alcaldesa de Madrid para entendernos, tuvieron la suerte de sobrevivir.

Manuela Carmena, a la que ahora acusan, desde ese nido de corruptos y con un maniqueísmo de niño tonto de primaria, de establecer categorías entre víctimas de primera y víctimas de segunda, eludió por muy poco la muerte del atentado de la Triple A que se cobró la vida de cinco abogados laboralistas el 24 de enero de 1977.

Cinco abogados, cinco vidas, cuyos rostros no recuerdo haber visto jamás en la fachada de Génova 13; como tampoco recuerdo haber visto el rostro de ninguna víctima del GAL, de la ultraderecha o, para el caso, de la mayoría de las más de 800 víctimas cosechadas por ETA.


Muertos y mezquindad

Al hilo del show de la pancarta, Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid, se llena ahora la boca tildando a Carmena de “mezquina” con las víctimas. La misma Cifuentes que, recordemos, en marzo de 2015, se negaba a acudir a un Homenaje a las Víctimas del 11M organizado por la asociación que presidía Pilar Manjón, al no considerarlooportuno, después de haber sido elegida por el PP como candidata a presidenta de la Comunidad”.

Supongo que no había, entre todas aquellas víctimas, ningún concejal de su propio partido al que sacarle rédito de ningún tipo, ni político ni del otro.

Y, hablando de mezquindad, por estas latitudes también vamos servidos. Y si no que se lo pregunten a Carles Puigdemont, nuestro flamante President autonómico, quien tuvo el acierto y don de la oportunidad de aprovechar un acto de homenaje a las Víctimas de Hipercor para soltar -sin pestañear, como suele pasar toda vez que profiere una de sus gilipolleces catedralicias- que la de la “lucha” contra el estado español es igualita a la de los ciudadanos contra el terrorismo de ETA. Lo mismito, escuchen.

O cómo instrumentalizar a 21 muertos y 45 heridos para intentar dotar de… algo… lo que sea... un discurso vacío. Cómo convertirlas en mártires de lo que no son olvidando, de paso, que sí son mártires de lo que son.


Ahora bien, si me preguntan les diré que, lejos de sorprenderme el uso malintencionado y bastardo de los muertos para los propios intereses, políticos y económicos, sabedor de la catadura moral de nuestra clase política, lo que para mí escapa a toda lógica, lo que sigo sin entender, lo que me deja completamente perplejo, es que a pesar de todo esto, alguien, gente, mucha gente, siga votando a esta pandilla de hienas hijas de la gran puta.

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