lunes, 9 de abril de 2018

Algunas apuestas hay que doblarlas



El año pasado, fruto del esfuerzo, el tesón y toneladas de entusiasmo, la noche de Barcelona acogía toda una anomalía: un festival de Jazz de baile, con DJs y dancers provenientes de Reino Unido, Francia y algunos rincones de la geografía patria.

Un proyecto en el que, para ser sinceros, apetecía más creer por bonito, por sueño hecho realidad, que por las reales posibilidades de que una idea así cuajara en un contexto ciudadano tan tomado por el cazurrismo y la consabida ruta guiri a base de sangría, serrín y electro latino. 

Sorprendente y muy gratamente, la cosa salió bien. Como lo oyen. 

Quedó demostrado que, pese a la reticencia imbécil de los programadores arquetípicos de esta ciudad, aquejados muchos por una innegable sordera, física e intelectual, apostar por sonidos de calidad, por sonidos diferentes, por sonidos más complejos de lo habitual, no está reñido con tener una pista de baile llena y la caja registradora haciendo tling-tling. Hace falta creérselo y no presuponer que el público lo compome un hatajo de atapuercos capacitados, únicamente, para responder a estímulos musicales por debajo de los dos acordes.

Con éstas, el evento vuelve este año, doblando (o triplicando) la apuesta. Más Djs, más actividades, más ruido que suena a gloria y ennoblece un poco esta urbe tomada por la turba reggaetonera. 

Un equipo de aúpa para el que, además, tengo el honor de colaborar dando apoyo a unos nombres que quitan, literalmente, el hipo.

Así que, damas y caballeros, contengan la respiración por un momento y maravíllense con los contenidos de la segunda edición del Barcelona Jazz Dance Weekender, cuyas actividades pueden ver en el cartel adjunto o en el inevitable ENLACE DE FACEBOOK.

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