Decir que Ringo rompió con los
cánones de la buena mesa y reinventó un mundo a su perfecta medida es sólo
empezar a hablar de él.
Ringo hizo mucho más. Fue mucho más.
Incluso para quien, como yo,
perdió todo contacto con él durante muchos años, no dejó nunca de ser un punto
de referencia, un agitador de estereotipos. Alguien que te recuerda la intensa
libertad que subyace a una vida subcultural, pero también el precio que hay que
pagar por ella.
Un precio elevado, pero nadie
dijo que esto fuera a ser fácil, ¿verdad?
En tiempos donde la condición
subcultural apenas sí trasciende la compra de determinados ropajes y discos en
plataformas online, donde parece una opción más de consumo y está pacatamente
desposeída de toda carga ultrajante, ahí estaba él -y ahí estará, imborrable,
su recuerdo- para rebatir toda forma de banalización. Para decir que no, que no
es sólo tener ese disco, que hay más.
Que tiene que haber más.
Que en esta peli todavía hay
buenos y malos y que, lo que más les puede joder a estos últimos, es vivir al
margen de su farsa. Tal cual lo hizo él, hasta el último día, sin acojonarse,
sin pasos en falso, sin titubeos. Coherente, pétreo y maravillosamente obcecado.
Obsesionado con su arte y su
mundo; ambos altamente contagiosos.
Ringo, te llevas el
agradecimiento eterno de quienes hemos crecido guiándonos a menudo por tus
puntos cardinales, aunque jamás mostraste ni un ápice de conducta paternalista.
Allá donde estés, haz buen viaje.
Qué triste, Alberto. No fue un padre, pero sí tuvo muchos momentos en que fue un verdadero hermano mayor. Para mí, fue una influencia decisiva, que me abrió muchas ventanas, por las que entraba un aire fresco y lleno de perfumes. Y siempre se portó conmigo como si fuéramos amigos. Hoy aquello de "En Barcelona ya no hay nadie como tú" duele más que nunca. Un abrazo.
ResponderEliminarSí, Alexandre. Muy triste.
ResponderEliminarGracias por pasarte por aquí y depositar estas hermosas palabras.
un abrazo.
A