Max Galli fue el primero en
prestarle atención a aquel chaval narigudo, testosterónico y obsesivo, hace ahora 10
años, cuando éste le envió un ensayo escrito a toda leche y con el ardor de
quien siente las notas musicales correr en sus venas y la ropa de un buen traje
como segunda piel.
Por entonces, Max Galli ya era Max
Galli, el que todos conocemos o deberíamos conocer. Dibujaba a un ritmo frenético
y escribía y se inventaba guiones de películas que lo habrían petado en aquella
Cinecittà de una Monica Vitti deslumbrando al personal con su sonrisa irresistible,
un Jean Sorel hipnotizando con el azul de sus ojos o una Edwige Fenech
enseñando tetámen por debajo de una elegante camisa floreada. Todo ello, claro
está, al compás del Maestro Umiliani.
Max fue el primero en apostar por
el que suscribe, publicando para la que entonces era su editorial, la romana
UltraPop, mi primer libro: aquel ensayo locatis llamado “Alcuni Animali
Danzanti”.
A partir de ahí, y pese a las
insalvables distancias geográficas, durante estos largos años no hemos perdido la
complicidad, la conexión que sentimos dos personas -tres, si se cuenta a esa
pedazo de artista que es Cristina, su mujer y compañera de vida- acomunadas por las
formas, las estético musicales, y por el fondo. O sea, por nuestra forma de vivirlas
y expresarlas al mundo.
Pero vamos de una vez al grano
Toda esta parrafada pretérita me
sirve para intentarles explicar el afecto con el que se me llenó el alma
cuando, en uno de esos muy esporádicos encuentros en que Max, Cristina y yo podemos
compartir mesa y mantel, éste me pidió que prologara su nueva obra, un alucinante
cómic protagonizado por un asesino a sueldo impecablemente Mod y una misteriosa
muchacha sin memoria.
Ambos se encuentran, ambos se
enamoran, ambos ríen, bailan y follan como si no hubiera un mañana, en el marco
de un Londres, el de finales de los 60,
impregnado de gabardinas impecables, Chelsea Boots relucientes y el humo de las
Gauloises fundiéndose con los inquietantes vapores de la ciudad.
Todo ello está, eso sí y de
momento, en italiano, aunque no se descarta una edición en inglés que, si yo
estuviera en su piel, esperaría como un niño aguarda, en Nochebuena, los
regalos de ese tipo barrigudo que cada año baja con sigilo por la chimenea.
Pídanlo al propio autor
escribiéndole a maxgalli69@yahoo.it o
contacten con él en Facebook a través de ESTE ENLACE.
¡Muchas gracias, Alberto! Ya estoy llorando como un chico ;)
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