No crean, todavía dura el mal
sabor de boca por lo que, el año pasado, fue el Sant Jordi: convertido en triste
sucedáneo de un día de julio, durante el que tuvimos que firmar libros con la
misma alevosía de quien menudea farlopa en un descampado. Con la salvedad de
que, a ojos de nuestras autoridades incompetentes, más peligro tienen los
libros que lo otro, como no se cansan de demostrar reiteradamente.
En fin, que con una cierta
reluctancia encaramos este nuevo “día del libro” (como si sólo hubiera uno)
porque, a estas alturas, ya no podemos vaticinar qué nuevas y fantásticas
ocurrencias expresarán –en formas de medidas de último momento, siempre “para
nuestro propio bien”—los próceres políticos y municipales que soportamos.
Dónde estaré y por dónde pasaré
Dicho esto, servidor estará
estampando dedicatorias y firmas de ejemplares de las últimas, penúltimas y
antepenúltimas aventuras de Palop, en el puesto de 66RPM, a partir de
las 18h y hasta que la cerveza se me salga por las orejas. Así que, si
quieren llevarse a sus moradas ejemplares dedicados con la execrable caligrafía
de Ulpiano, ándense el viernes a la altura de C/Bruniquer 22, Vila de Gràcia.
Con respecto a “Soy la Venganza
de un hombre muerto”, no estamos hablando de ninguna novedad, pues la criatura
ya ha cumplido dos años en la calle, pero me chivan de AlRevés que dispondrán
de copias en su puesto, en el Paseo de Gracia con Ronda Sant Pere. Por ahí
pasaré, por supuesto, a saludar, abrazar y –sobre todo—beber cerveza. No a
dedicar, que eso corresponde, como es natural, a los autores con obra nueva,
muchos realmente cojonudos.
Ya ven, estamos ante un Sant
Jordi que puede ser. Que tal vez funcione de maravilla o quizás vuelva a ser
una decepción. Intentemos que no dependa de nuestras autoridades, sino de
nosotros.
Este Sant Jordi, salgamos a por todas.