Como suele ocurrir, aproximadamente
cada 365 días, llega la Nochevieja: esa, a menudo espantosa y grotesca, larga
noche donde el petardeo, la cazalla y el ascopena se dan cita para despedir el
año que termina y darle la bienvenida al siguiente, reptando en una charca de
orina, vómito y garrafón de la categoría más infame.
La elección, de hecho, suele ser
quedarse en casa aturdiéndose a base de cava de marca blanca, uvas enlatadas y
basura televisiva recopilada a muy mala hostia para la ocasión; o bien abocarse a
los vertederos humanos que tan singular noche ofrece a golpe de cubata horada-esófagos
y farla cortada con Dixan, insuflada en conspicuas cantidades por gente a la que,
en la mayoría de los casos, se debería prohibir incluso el consumo de Coca Cola.
Del hilo musical, mejor, ni hablamos.
Del hilo musical, mejor, ni hablamos.
También está el tratar de irse a
dormir, siempre y cuando los vecinos filipinos del karaoke no estén empleándose
a fondo, cada uno del medio centenar de integrantes de la familia, con el “Dancing
Queen” de los Abba, o con alguna canción de los charts locales de su país de
origen, debidamente mutilada.
Hasta aquí, los planes habituales
en una noche que, según se va avanzando con la edad, cada vez pesa más en el calendario.
Y, dicho lo cual y a partir de aquí: LA ALTERNATIVA,
así, en mayúsculas:
Una noche en un club
suficientemente apartado, el New Underground, a salvo de guiris babeantes y donde quienes están detrás de la barra no son carne
de Proyecto Hombre, donde la música que resuena la escoge con criterio un
puñado de DJs –Albert Petit, desde su exilio mallorquín; Turista Bang-Bang,
Toni Lyon, Lluís Cardenal y servidor- decididos
a que la cosa esté calentita a golpe de Rare Soul, R&B, R&R y Soul Jazz,
con alguna ocasional gotita de Reggae y Latin.
Suelo de madera, entrada limitada
a 130 almas, consumiciones al mismo precio que el resto del año, sonido
cojonudo y una entrada que, por 14 € (anticipada) o 20 (en taquilla) te da
derecho a dos consumiciones mínimas o un copazo, una copa de cava, recena y
cotillón.
La mejor manera -no jodamos- de disfrutar de la entrada a 2016 de la manera más pulcra.
La mejor manera -no jodamos- de disfrutar de la entrada a 2016 de la manera más pulcra.
No hay mucho más que añadir. Para
más información pueden acceder al EVENTO féisbuquero de marras o remitirse al
maravilloso cartel diseñado por la, siempre intachable, Mar Borrajo.
Se les espera.
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