martes, 28 de junio de 2016

Cómplices




Llevo desde el domingo por la noche intentando explicármelo. Intentando enmarcar, encorsetar más bien, los acontecimientos en un puro plano ideológico donde sólo existen intenciones y expectativas, y no hechos consumados. Llevo así desde el domingo, sin conseguir nada más que lo contrario.

Porque lo que ha premiado la mayoría de españoles con sus votos no es un programa, ni una ideología, ni un proyecto. Ni siquiera es una justificable consecuencia del miedo a otras opciones que nos abocarían a un país de iglesias violadas y monjas quemadas (¿o era al revés?).

Aquí ha triunfado la corrupción de los sobres en B, de la Púnica, de la Gürtel. Han vencido el silencio de las víctimas del metro de Valencia y el compadreo urbanístico a expensas públicas y el “que se jodan” a millones de parados. Han ganado la represión de la ley mordaza, la ignorancia de la LOMCE, la insolidaridad del no a la dación en pago y el rescate público, de gratelo, a una banca privada que no ha rendido cuentas a nadie. Han prevalecido los recortes, el mamoneo y los incumplimientos sistemáticos de programas y promesas.

Y, por encima de todo, ha sido recompensada la inactividad del que ha apoyado abiertamente a corruptos, ha leído el Marca y, por aquello de ahorrarse algún disgustillo, ha ejercido su papel de máximo responsable de gestionar el país desde una pantalla de plasma. De quien ha gobernado en diferido.


Algo que, a estas alturas, sólo quien no quiere saber no sabe, porque incluso los medios más afines al poder no han podido callar, ocultar, algunas cosas. No han podido, ni siquiera ellos, lacayos de un status quo acomodaticio, obviar y mirar hacia otro lado.

Por eso, me resulta imposible el ejercicio de devolver a una dimensión puramente ideológica el desastre al que la mayoría del electorado español, con la salvedad de Euskadi y Catalunya -y allá van dos hechos diferenciales tan elocuentes como innegables-, ha abocado este país en sus próximos años de “gestión” política. Porque no puedo dejar de pensar en palabras como complicidad, connivencia o conchabanza.


No puedo dejar de pensar en la corresponsabilidad del votante que ha vuelto a depositar el poder de las decisiones en manos de corruptos, mentirosos, meapilas, ladrones y cínicos; apostando una vez más por un inmovilismo que nunca ha dejado de ser marca de esta casa que nunca se pareció tanto, como ahora, a la de Bernarda Alba. Vosotros lo habéis hecho posible.

Espero, y lo digo muy en serio, que alguien consiga aportarme razones que me ayuden a comprender algo más, a no tener esa sensación de vivir en un país de palafreneros, masoquistas e inconscientes que, al día siguiente, voluntariamente ignaros de los cuatro años que nos esperan, perdían nervios, neuronas y culos por la jodida Eurocopa, la jodida Roja y la jodida madre que los parió a todos.

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