Estas líneas fueron escritas en 2012 para
un fanzine mexicano que jamás vio la luz.
“My Fave 45” era la sección del fanzine donde
el colaborador invitado hablaba de su disco de siete pulgadas predilecto.
Hoy me duele especialmente rescatar
este texto, porque ese disco me fue generosamente regalado por Thierry Steuve: puntal
de la escena Mod europea, agitador, coleccionista y gran apasionado de un
montón de cosas de ésas que amamos. Ya saben, Bond, Spy Movies, R&B, Soul,
Motown...
Thierry fallecía este fin de semana de
un paro cardíaco.
Volviendo al disco (cuyo título duele
hoy más que nunca), en el momento de dármelo a cambio de nada, Thierry sabía
muy bien que su precio era elevado y, desde luego, en aquellos días no
estaba pasando por un momento económico especialmente halagüeño.
Aún así, no quiso dinero, sino sólo
que lo disfrutara.
Sirva, pues, la exhumación de estos
renglones como pequeño homenaje a su memoria y como muestra de afecto hacia él
y hacia su familia.
Descansa en paz, Thierry, allá donde
estés.
***
JACKIE WILSON – A Lovely Way to Die (Coral 45, FR)
Es difícil, a estas alturas de la
película, decantarse por un 45 RPM en particular. Decir que tal o cual es mi
preferido sería mentir, y el hecho de ser un fan acérrimo del formato elepé –y,
por tanto, de haber vendido singles por adquirir su elepé original- tampoco
ayuda: siguen siendo demasiados temas, de demasiados estilos, que significan
demasiado para mí.
¡Pero qué demonios! Hay uno que, por
su historia, bizarrismo, por ser de uno de mis cantantes favoritos y por
aglutinar dos cosas que me encantan (Soul elegante de mediados de los 60 +
banda sonora de peli de espionaje de la misma época), se lleva el gato al agua.
Insisto, no es objetivamente mi
favorito; ninguno lo es… pero ¡¡ay cómo me lo quiero!!
Un
poco de historia.
En 1967 Jackie Wilson, ese cabroncete
follardín de Jackie Wilson, recibe un encargo del que, aún hoy, poca gente está
al tanto, incluidos algunos biógrafos y fans del artista: Se trata de viajar a
Italia para grabar una canción para una película de acción y espionaje, protagonizada
por Kirk Douglas, la exuberante Sylva Koscina y el histriónico Eli Wallach.
Ese mismo año, Wilson (que se había
divorciado dos años antes de su primera mujer, por mujeriego impenitente) había
estado en la cuerda floja al haber sido sorprendido en un hotelucho de Carolina
del Sur junto con su amigo Jimmy Smith (el baterista, no el famoso organista) practicándoles
la coyunda a dos jovencitas blancas.
Algo inaceptable, como podrá el lector
deducir, para la moral puritana de unos Estados Unidos en plena guerra pro
derechos civiles. Y más en ese estado, Carolina del Sur, auténtico Valhalla del
paleto.
Así las cosas, proscrito en el edén
redneck por antonomasia y con la mirada pública fija en su cogote, a Jackie ya le
vino bien cambiar de aires y escaparse románticamente con la que entonces era su
amante a Italia, para grabar el tema que nos ocupa: un poderoso soul uptempo,
perfecto como banda sonora de película de espionaje y perfecto (más aún) para
gastar suela de zapato sobre el parquet de un club.
Este disco saldría en Francia para la
etiqueta Coral, con muy escasa distribución, lo que lo convierte en objeto de
deseo para muchos coleccionistas, y en pieza ignota para un considerable número
de fans y biógrafos del artista, el cual ni siquiera supo jamás de la
existencia del disco.
Wilson volvió de Italia y al poco
tiempo, y siguiendo las indicaciones de Nat Tarnopol, se casó con su novia
oficial de entonces, la bella modelo Harlean Harris.
Así que aquella escapada quedó en una pura
anécdota.
El
disco sale a la luz
Años (muchos años) después, con la
aparición en subastas online de las primeras copias de este “A Lovely Way to
Die”, sería aquella ex amante (y hoy por hoy mujer del mítico Sam Moore, de Sam
and Dave) la primera interesada en conseguir una copia, ofreciendo pingües
billetajas por ello. Gracias a esa insistencia, el Dj y collector neyorquino Michael Robinson reconstruiría la bizarra
historia de este siete pulgadas que les acabo de narrar, del que se rumoreó la
existencia (todavía no probada) de un álbum y de un single inglés. Sí está
probada -agárrense, que vienen curvas- la existencia de un single japonés de
extrema rareza.
Por supuesto, nada tiene que ver este
tema con el “That’s a Lovely Way” grabado años después por el artista e
incluido en el recomendabilísimo elepé “You Got Me Walking”.
“A Lovely Way to Die” funciona de
maravilla en pistas de baile tanto de eventos Mods como de eventos más
centrados en el Soul.
Por mi parte, inútil decir que estuve
picando infructuosamente piedra durante años, ofreciéndome como siervo de
acaudalados millonarios, poniendo a la venta partes de mi organismo; y cuando
presa de la desesperación ya estaba dispuesto a tatuarme la palabra OJETE (así, en
caracteres góticos) en la frente si ello me proporcionaba una copia, se obró el
milagro: el DJ y agitador belga, Thierry Steuve, tuvo el detallazo de regalarme
(ya lo han leído bien, ya: r-e-g-a-l-a-r-m-e
) una copia.
Como habrán adivinado, además de haber
escrito al ayuntamiento de Barcelona exigiendo que le hagan un monumento a
Thierry en la Plaça de Catalunya, al disco en cuestión le canto nanas antes de
irme a dormir, le tapo con una mantita las noches en que hace frío, y le
pregunto por las mañanas “¿qué tal está
mi pequeñín?”.
Así de acabado estoy.
Pero, también: ¡así de glorioso es este
disco!
Ouch.
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