A Francesc Caudett Yarza no le
estudian en las facultades, ni en los talleres de “escritura creativa” y es
poco probable que nadie, en la RAE o en los mentideros de la “alta cultura”, se
acuerde de él y rinda un tributo justo a la magnitud de su figura: la de una
primera espada de la cultura POPular española con más de un millar de títulos
en su haber.
Al menos, sí ha tenido una serie
de homenajes y reconocimientos en los últimos años de su vida, que se apagaba
este fin de semana tras una larga temporada lidiando con una salud frágil e
ingrata y bajo el cuidado, más que amoroso, de Maria Josep Llorens, su mujer.
Autor de una enormidad de libros
dentro de varios géneros y bajo varios pseudónimos, el más recurrente de los
cuales Frank Caudett, su aporte a la literatura Pulp de este país es innegable,
como también lo es, para quienes tuvimos el placer de tratar con él, con ese
tipo tan suyo pero a la vez accesible, haber disfrutado de la amplitud de su
generosidad.
¿Un ejemplo? Fue Caudett quien,
junto a Jordi Canal de La Bòbila, impulsó de forma totalmente desinteresada el
que, actualmente, es el mayor fondo bibliográfico de literatura POPular a nivel
nacional, el de la Biblioteca La Bòbila de L’Hospitalet de Llobregat.
Frank no era un tipo fácil. O, al
menos, no lo era para cualquiera que tratara de circunscribirse en el cada vez
más estrecho cerco de la corrección política. Su oficio de contador de
historias de asunto musculoso y prosa utilitaria y directa se notaba en su
forma de hablar: sarcástica, dura, con su dosis de escatología y esa
direccionalidad que tiene un buen puñetazo. Algo tan humano y tan de otros
tiempos.
Pero ahí estaba, armado con
sentido del humor crudo y un imbatible anecdotario que recogió en su imponente
autobiografía, “Al otro lado del pupitre”; y que hacía las delicias de todo
aquél que quisiera zambullirse, en primera persona y sin pelos en la lengua, en
los corredores subterráneos de los bestsellers de quiosco.
La última vez que le vi, poco después de entrevistarle para un documental de Adolfo Quibus que verá pronto la luz, estábamos
él, su mujer y yo en el Tarea Fina, bebiendo café, intercambiando libros y,
servidor, disfrutando de los consejos e historias de un hombre con muchas vidas
a cuestas. Más que suficientes para dar los mejores consejos y para contar las
mejores historias.
Allá donde estés, Frank, espero
que sigas contando todos esos increíbles cuentos y vivencias. Que sigas
explicando y explicándote. Que sigas siendo el tío peculiar, malhablado, generoso,
apasionado, con pinta de gamberro dickensiano aunque tuvieses los 70 ya
cumplidos, que fuiste en vida.
Y, sobre todo, espero que allá
donde estés te hayas llevado el afecto y admiración de todos tus fans, lectores
y amigos.
Que somos legión.
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