viernes, 27 de marzo de 2020

Literatura a precio cero



En estos días de confinamiento, algunas editoriales, sobre todo las muy grandes, están poniendo a disposición de los lectores muchas de las obras que han publicado de forma completamente gratuita, dando así pie a que sean muchos quienes reclamen que todas hagan lo mismo. Que todos los editores pongan sus libros gratis, que entretengan al personal por la patilla.

Se trata, muy probablemente, de la misma gente que sigue pagando su suscripción a Netflix, HBO o Filmin, que apoquina por su cuota en Spotify y que, duda cabe, sigue abonando íntegro el recibo de su compañía telefónica.

Pero claro, dicen, leer implica un esfuerzo mayor que sentarse a mirar una serie y, como tal, hay que alentar a una actividad tan noble, y nada mejor para ello que someterla a un régimen de gratuidad absoluta. Así leeremos más. Así la gente se aficionará a la lectura. Así haremos de este mundo un lugar mejor y maravilloso. ¡Si es que hasta te la puedes machacar hasta la invidencia con los contenidos de PornHub que ahora son todos de gratelo! ¿Y aún vas a tener que aflojar pasta para poder leer un libro? Amosanda.

Al margen de las muy discutibles motivaciones que subyacen a esa gratuidad que algunos gigantes del entorno del libro brindan, más relacionadas a mi entender con una calculada táctica para desbancar a competidores que por un sano y transparente ejercicio de filantropía, hay una serie de razones por las que creo que pretender que, aprovechando el confinamiento, todos los libros se puedan descargar sin pagar ni un euro, me parece una idea del género pésimo.

Las editoriales tienden a subsistir

Quitemos del mapa a los dos o tres grandes del entorno y lo que nos queda del mundo editorial, al menos en nuestro país, es una constelación con miríadas de pequeños y abnegados proyectos, que sacan libros tras grandes esfuerzos de todo tipo. Se trata de Pymes y micropymes cuyos titulares a menudo se combinan con otras actividades para llegar a fin de mes.

Es decir, una labor titánica con un retorno magro que se lleva a cabo en una sociedad que básicamente no lee, gobernada por unos partidos que ven en la cultura un instrumento de ataque, instrumentalización o ninguneo. En este escenario de subsistencia, no se puede pedir que todo ese trabajo no obtenga ningún tipo de contrapartida, porque más que beneficiar a los lectores, les privaría del acceso a futuras obras al verse, muchos editores, en la obligación de bajar la persiana.

Nos quedamos sin Sant Jordi

Bien, no es oficial, pero es muy probable que este año las calles no se vuelvan a atestar de todas esas personas que compran -en ese día- sus dos o tres libros del año. Y sí, es injusto que, para el grueso de la población, la compra bibliográfica se limite a una ocasión concreta que se da cada 365 días, pero así son las cosas y la realidad es que editores, libreros y escritores recibimos la máxima recompensa monetaria por nuestro trabajo justo en ese día.

Si éste se anula, el golpe económico que recibimos es enorme y la única alternativa que nos queda es, cuando menos, intentar paliar esos daños vendiendo en estos días de forzada reclusión en que la gente tiene más tiempo para leer. Ello no implica dejar de hacer descuentos y ofertas, pero una cosa es eso y otra es dar de leer de forma completamente gratuita.

Más escritores que lectores

A veces pienso que no es una frase hecha y que, verdaderamente, vivimos en un país donde incluso personas que apenas sí se acercan a un libro, luego pretenden escribir el suyo. De todos modos, mejor tiramos de las recientes cifras aportadas por la Asociación Colegial de Escritores de España (ACE).

Aquí, más del 77% de escritores tiene ingresos por su obra inferiores a 1.000€ anuales, más del 83% vivimos gracias a otros trabajos, sólo el 6% ingresa más de 10.000€ al año y los exitosos, los de la primerísima división capaces de vivir egregiamente de sus royalties, representan tan sólo el 0,001%.  Entiendo que la elocuencia de estas cifras es suficiente para constatar el desgaste que puede suponer, para la práctica totalidad de escritores de aquí, que todas nuestras obras se pongan a disposición del respetable a precio cero. Y más teniendo en cuenta del margen ínfimo que nos corresponde por ejemplar vendido o descargado.

Un estímulo discutible

Por último, francamente, ¿alguien cree que, a estas alturas de la partida, el gratis total va a ser un acicate para que quien habitualmente no lee empiece a hacerlo? Si algo bueno ha traído la digitalización del sector y la entrada del eBook es el radical abaratamiento de las obras. Pongo mi ejemplo y, de antemano, pido disculpas por la auto referencialidad: Lo último que tengo publicado tiene un precio, en papel, de unos 20€. La versión online cuesta menos de la mitad, 8€, que ahora, con el descuento especial de la editorial, se ha rebajado a la mitad: 4€. ¿Realmente alguien piensa que esos cuatro euros (un par de cervezas en un bareto) son el obstáculo que impide que alguien empiece a leer ese libro, o cualquier otro de un precio similar?

¿Alguien cree, con la cantidad de clásicos de la literatura universal que se pueden comprar por lo que vale un quinto en librerías de viejo, o descargar por precios irrisorios, que el problema es que cuesta dinero leerlos?

Nunca, como ahora, en estos momentos en que todos estamos en nuestras casas y disfrutamos de un tiempo para el cine, la música y la literatura del que antes no disponíamos, la sociedad ha tenido la oportunidad de valorar a fondo la contribución que músicos, cineastas, escritores y todos quienes están detrás de estas creaciones perpetran. Trabajos que hacen de nuestro tiempo libre algo mejor, más cualitativo. Algo que, en los mejores casos, nos permite entretenernos, reflexionar y cultivarnos.

Y eso, como todo lo bueno en esta vida, creo que merece ser recompensado con algo más que un “dámelo gratis, que total pa’qué”.

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