Con el disco de debut de The Deathlines bajo el brazo, el guitarrista y compositor Mario Silvestre se toma una cerveza en El Bar del Post para hablar de cómo ver a Nirvana a los 14 años cambió por completo las coordenadas de su existencia, de su amor por el ruido del Punk combinado a la esencialidad del Folk, de viajar y descubrir que el mundo no es tan grande y no hay que tenerle miedo y de una Barcelona con la que ahora vive una relación plena, con lo bueno y malo que ello conlleva.
(La foto es de Andrea Membrado)
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