lunes, 14 de marzo de 2016

Eugenio. El trabajo de hacer reír





Esta entrevista tuvo lugar en enero de 2000. Por entonces, Eugeni Jofra i Bafalluy, más conocido por el común como Eugenio, vivía y estaba enormemente ilusionado con su recobrada libertad de los estudios de TV, su cabeza estaba hambrienta de proyectos y, si sabías esperar y estar atento, podías cazar una sonrisa incipiente en su rostro ante esa página en blanco que, en ese momento, era el resto de su vida. Fallecería al cabo de un año, el 11 de marzo de 2001, es decir hace ahora 15 años.

Cada lunes, y pese a las dificultades de sacar a la gente de sus casas ese día,  Eugenio llenaba (petaba, más bien) la sala Luz de Gas con esa genial e inmutable expresión que acompañaba todo ese inacabable repertorio de chistes “e historias o cuentos”, como llamaba los chistes más largos y elaborados.

También tenía un espacio en el programa Crónicas Marcianas de Javier Sardà, que había apostado por darle carta blanca y no someterle a la presión de soportar guiones y mediocridades ajenas. Para rematar, acababa de sacar el que sería su último disco, que adoleció de una distribución infame.

Esta entrevista no tuvo, no obstante, salida porque supongo que nadie le consideraba lo suficientemente importante. Ya saben, en este país el humor y el arte de hacer reír al prójimo siempre se han dejado en un segundo plano. En aquel enero del 2000 lo que molaba seguía siendo el consabido dramón guerracivilesco y el onanismo de niños con politoxicomanías, metidos a escritor.
Por suerte, teníamos a seres humanos como Eugenio, con su eterno vodka-limón y su ducados perennemente encendido, para recordarnos qué es reír. Y cómo hacerlo.

 Pasen, lean y sonrían.

 *****

A las ocho de la tarde de un lunes de enero hace frío, ya ha oscurecido y las caras de cabreo imperan por las aceras, haciendo cola para coger el autobús o el metro que les devuelva a sus moradas y les permita descansar de su primera jornada de trabajo. A las 22h30 de aquel mismo lunes, la sala Luz de Gas está rebosante de intrépidos que, desafiando horarios, fatiga y clima hacen cola para otro tipo de evasión. Eugenio está satisfecho, sabe que pocos tienen un poder de convocatoria como el suyo. “Si la gente sale un lunes es para que la diviertan, no para divertirse, exige algo más”, claro, algo por lo que merezca la pena salir el peor día de la semana, pagar una entrada, acostarse tarde y, no obstante, levantarse a la mañana del día siguiente e irse al curro con una sonrisa de oreja a oreja.


Oficio

Uno que sabe de temas laborales y malos rollos es, precisamente, Eugenio. “El ritmo de vida de mi trabajo implicaba mucho stress, beber, irme tarde a la cama...”, el golpe de gracia le sobrevino durante su breve etapa televisiva. “Suerte que duró poco, porque trabajar con un equipo de gente que se cree capacitada para decidir por ti sólo porque sabe escribir un guión, acaba contigo: no puedo trabajar con quien no tiene ni idea de qué quiero hacer”. Eugenio, humorista, cantante, showman y, en una ocasión, actor,  acabó muy quemado: “Escritor no soy, pero sí soy humorista, y eso sí sé hacerlo”. Eso es precisamente lo que los “hábiles” guionistas de nuestra televisión no supieron comprender e, incapaces de actuar de otra manera, le pusieron bajo presión hasta que, claro, al final el hombre reventó.

No obstante, retomando sus propias ideas acerca de su profesión que, como todas las profesiones basadas en una raíz creativa, acaban siendo más una forma de vida, la capacidad del cómico no se limita a los escenarios. “Yo siempre he diferenciado mis actuaciones en directo de las de televisión, hay fórmulas que grabadas o filmadas simplemente no funcionan”. Asegura haber visto más de uno, y más de dos, hundirse en el estercolero del olvido por tratar de venderle al público de televisión una película que iba de maravilla sobre los escenarios.

Hay chistes crueles o verdes que sólo cuento delante del público, sólo en directo, por una cuestión de respeto: sé que hay gente que, según qué cosas no quiere oírlas en su casa”. Ahora, por lo menos, cuando aparece en el Crónicas Marcianas está a su aire. “Ahora sí que me encuentro a gusto en televisión, no me presionan, hago lo que debo”.

La ética es un elemento que distingue a Eugenio, es férrea e inamovible, probablemente fruto de su dilatada experiencia, no sólo profesional, sino también vital. “Una vez, en Málaga, llegué a actuar recién sondado; me acababan de intervenir, pero el público ni se enteró”. Nunca ha faltado a un espectáculo, nunca ha defraudado a su público, nunca ha dejado de cumplir con lo que le define como un genio: Hacer reír al prójimo. Ese es su trabajo y a él se ha entregado con todas sus fuerzas.

Por eso no acaba de estar muy contento con la distribución de su nuevo disco; “no se encuentra donde se tiene que encontrar”. A su público, de todas formas, eso parece importarle bien poco, porque los llenazos de cada lunes están ahí, testificando que Eugenio es uno de los pilares de la actual y maltratada escena humorística de este país. Lejos quedan sus orígenes como cantante de folk y contador improvisado de chistes en las interminables guardias de la mili.


Orígenes

Seguramente, más de un lector habrá tenido alguna vez en sus manos algún microsurco del dúo de folk de los 60 Els Dos. “A los 25 años formé un dúo con la que entonces era mi mujer, Conchita Alcaide; grabábamos para Belter y todavía no contaba chistes en público”, antes había sido ilustrador y joyero (esos peculiares anillos que adornan sus manos se los hace él). A los 37 años, se había quedado viudo y con dos hijos; fue entonces cuando le agarró “el pelotazo” y se metió de lleno en sus chistes llegando a registrar, que no a cosechar, 50.000 (sí, cincuenta mil, no es una errata). La cosa venía de lejos. “En 1960, durante la mili, pasaba de ocho a diez horas de interminable guardia inventando y contando chistes de manera ininterrumpida, sin repetirme nunca”. Se cuenta que en el local que abrió a finales de los 70, cuando su carrera de humorista empezaba a despegar, era capaz de estarse cinco horas seguidas dale que te pego con su cubata y su cigarrillo sin repetir ni un solo chiste. “Tengo mucha memoria”, asegura con una media sonrisa bastante socarrona.


Un Genio en Apuros

En 1983, Pepón Corominas produjo la única película que ha protagonizado: ‘Un Genio en Apuros’, dirigida por Lluís Josep Comerón y donde participaban Juanjo Puigcorbé, Antonio Ozores, Pere Tàpies y el gran José Luis López Vázquez. 

Accedí porque me gustaba la idea. En el guión inicial, escrito por Comerón, la niña protagonista acababa muriendo, pero los que ponían el dinero querían algo más comercial”. Total, que el resultado –con happy ending incluido- le supuso un disgusto por el que todavía duda de si volver a la gran pantalla. “Lo que pasa es que ante la perspectiva de trabajar en equipo me pongo a temblar” y, ojo, no es que no le guste, pese a que siempre ha sido “un solitario de toda la vida”: lo único que pide es que se respete su criterio.

Así que tampoco se puede decir que descarte una hipotética vuelta a la gran pantalla, “pero tiene que ser a mi manera, quiero ser yo quien de el visto bueno a las cosas, tener la última palabra; no quiero tener que trabajar con un productor o un listillo cualquiera que se cree mejor cualificado que yo para tomar decisiones sobre mí mismo y mi trabajo”. La dificultad está, lógicamente, en encuadrar a un personaje de por sí tan peculiar, en un relato fílmico y/ o teatral.


Familia

Con las lógicas limitaciones que, en este sentido, el oficio de hacer reír impone en un país donde es considerada profesión de tercera, Eugenio ha estado unido de una forma peculiar, pero se adivina que muy entregada, a su familia.

Tras superar un doloroso trance, el de la muerte de su mujer tuvo un hijo con su siguiente compañera para, en 1993 acabar casándose con Isabel, su manager. “A mi hijo mayor no le sentó muy bien, pero es su problema. Yo siempre le he dado la libertad para que hiciera lo que quisiera, y yo también tengo derecho a gozar de esa libertad”. Esto no implica que exista mal rollo, o distancia, con sus hijos: “Siempre hemos tenido mucha confianza, no hay nada de mí que no sepan”. 

El hecho de procurar estar siempre al lado de su familia, le ha hecho desarrollar unos valores que anteponen ese antes mencionado riguroso sentido de la ética: “Nunca he impedido a mis hijos a que hicieran nada, pero sí les he hecho ver que tienen que responsabilizarse de sus actos. Si tienes cojones de salir de marcha un martes hasta las tantas, ten también los cojones de salir a trabajar a la mañana del día siguiente, no seas tan cobarde de no cumplir con lo que te toca”. Un compromiso con sus deberes del que él mismo ha hecho gala durante su dilatada carrera.


Este compromiso ha sido una de las claves del triunfo de Eugenio. Sus giras por toda España y Latinoamérica, especialmente Chile (curioso ¿no? Aunque –claro– si hay un pueblo necesitado de sacar sonrisas de debajo de las piedras, ese es precisamente el chileno­), así lo atestiguan. Ahora baja cada lunes a la ciudad desde la rústica comodidad de su casa en el Vallès, para divertir durante una hora y media al público más exigente, el de los lunes, en la sala Luz de Gas “el local más famoso de la calle Muntaner, entre Diagonal y Travessera de Gràcia”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario