La sensación de formar parte de
algo, de una historia, de una tradición, de un oficio que, por extinto que
parezca, sigue ahí gracias al entusiasmo y al tesón de los pocos que lo
cultivan y de los –a veces menos aún- que benefician del mismo.
Esa sensación. ¿La conocen?
Éste nunca fue un país de
lectores, pero si un instrumento casi consigue lo contrario es el bolsilibro,
el formato barato, POPular y llevable que alfabetizó una España sumida en los
lodos de la peor y más grisácea inmundicia cultural.
Los bolsilibros de editoriales
como Bruguera o Aymà fueron la vía de escape, la ventana a otros mundos, el
motor de la imaginación de muchas lectoras y lectores quienes, quizás, nunca
trascendieron ni el formato, ni sus autores, ni sus temáticas (oeste, terror,
policíaca, erótica, amor, ciencia ficción…), pero sí pudieron gozar del placer
de leer gracias a un puñado de contadores de historias a los que este país,
siempre tan atento al aporte de toreros, futbolistas, pedorras y cocainómanos catódicos,
siempre ignoró.
Y eso que cualquier bestseller patrio
de hoy en día palidece ante las cifras de venta que gente como Frank Caudett,
Marcial Lafuente o Curtis Garland cosechaban con libros deshornados cada pocos
días, siempre con nuevas historias para saciar la voracidad de centenares de
miles de lectores deseosos de vivir aventuras a través de los ojos.
De ahí el susodicho placer de
sentir esa sensación de pertenencia a un arte que se resiste a la extinción, al
sabernos a Guillermo Román (la mente inquieta detrás del ambicioso proyecto de “A
Duro”) y a mí mismo este jueves 8 de octubre en la biblioteca La Bòbila de L’Hospitalet (Pl. de La
Bòbila, 1), a la sombra del legendario Frank Caudett, en una amena mesa redonda
programada para las 19h30, y que versará –como no podía ser de otra manera-
sobre pulp fiction made in Spain.
Más información en el consabido
EVENTO del Caralibro.
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