Hacía tanto que no escuchaba
algunas de aquellas canciones que, al oírlas de nuevo en El Aperitivo del
Ritual del pasado viernes, los recuerdos me arrollaron con la intensidad con la
que un tsunami desintegra los frágiles cimientos de una aldea asiática.
Me estremecí. Recordé noches pulverizando aquellos discos bajo el inmisericorde paso de la aguja y redactando fanzines en máquinas de escribir
desvencijadas. Recordé intensos conciertos en mil y una salas. Y mañanas planeando
explosiones juveniles, conspirando, al cómplice compás de aquellos surcos. Letras
transcritas sobre libretas de instituto o coreadas con amigos en momentos de
griterío etílico. Chapas haciendo picadillo mi réplica inglesa de la M51 que,
bajo la lluvia, quintuplicaba su peso.
Los Flechazos volvieron a sonar y
me acordé de por qué algunas de aquellas canciones le calaron tan hondo a aquel
chaval delgado, feúcho y desgarbado que fui a los 14, 15, 16 años.
Pueden escucharlo, en formato
podcast, AQUÍ MISMO, gracias –para variar- a la encomiable labor de Raquel
Escalada y de Edu Domínguez.
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