Paco Camarasa nos ha dado muchas
lecciones a muchos. La generosidad, unida a la pasión, suele derivar en enseñanzas
valiosas y, durante su vida, que se apagaba en la madrugada del domingo tras
una lucha a brazo partido contra un cáncer, Paco repartió de ésas a diestro y
siniestro. Pero quizás, objetivamente, la mayor enseñanza que nos ha quedado de
él es que la literatura no sólo la hacen quienes escriben.
Paco fue librero de una librería
legendaria, y fue comisario de un festival literario ineludible, y fue un agitador
que meneó la literatura negraycriminal desde la marginalidad hasta el epicentro
del foco de atención de muchas y muchos lectores de este país. Fue la agencia
matrimonial entre miles de lectores y sus autores de cabecera.
¿Cuántos recuerdan sus consejos? “Léete
éste, que te gustará” o “Éste no está mal, pero aquél de ahí te gustará más”.
Sin Paco Camarasa, sin la apasionada
generosidad de quien siempre tenía una palabra amable, siempre hallaba un momento
en su escaso tiempo, siempre tenía la cara atravesada por una sonrisa de
cómplice afecto; las cosas hubieran sido distintas para muchos. Autores y
lectores. Profundos conocedores, entusiastas de la página impresa o simples
cazadores de letras que pasaban por ahí.
Paco y su inseparable Montse fueron,
y siempre serán, el antídoto perfecto contra el ego de quienes se creen -a
veces quienes nos creemos, cegados por momentáneos arrebatos de vanidad imbécil-
que por el mero hecho de escribir cimentamos el mundo literario sin ayuda de
nadie.
Paco sólo escribió una vez, el imprescindible "Sangre en los Estantes", su cartografía sentimental de la novela negra que algún idiota juzgó por la métrica que no tocaba, la del academicismo. Aquel libro fue, no obstante, el epílogo de toda una vida donde el verbo no fue escribir, sino hacer. Hacer mucho. Hacerlo todo.
Así que gracias, Paco.
Gracias por bajarnos los humos.
Gracias por la pasión. Gracias por la complicidad.
Gracias por hacer tanto y convertir todo esto en
algo mucho mejor.
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