Yo lo que creo es que a Julio
Anguita nos lo perdimos.
Todavía recuerdo los
telediarios de mi niñez y adolescencia: la información política monopolizada
por PP y PSOE o PSOE y PP --según quién mandara-- y, a lo sumo, una fugaz
declaración de él o de alguien de IU. Poca cosa, como mucho la puntita.
Cualquier espectador de aquel momento, en que la televisión era el único
vehículo de masas donde poder difundir al máximo el propio ideario,
directamente no accedía a la postura de la izquierda sobre todo tipo de
cuestiones: sanidad, banca, empresa, educación, presupuestos y un largo
etcétera.
A nivel autonómico recuerdo la
cosa bastante similar: en los telenotícies de TV3 bailaban, por turnos, la
todopoderosa CIU y el PSC, dos derechas, con la ocasional intervención de ERC
(que iría ganando presencia ya en los años de Carod) y PP, pero con una
presencia de los socios locales de IU como poco anecdótica.
De hecho, sospecho que,
dejando de lado los numerosos conflictos y cainismos que se vivieron en el seno
de IU, si al final hubo un bipartidismo entre una derecha (algo) más moderada y
otra (bastante) menos moderada, entre PSOE y PP, se debió a ese sistemático ninguneo
de la formación de Anguita, en un momento en que tanto podía aportar a nuestra
perspectiva como conjunto de ciudadanos. No puedo evitar pensar que aquel ninguneo
constituía, en cierto modo, un nudo más en aquellas ataduras bien atadas
legadas por el régimen anterior.
Y, aún y así, a pesar de que la
izquierda fuera deteriorándose en la sombra a caballo entre los 80 y los 90,
quedó fijado en la retina de muchos, entre los que me incluyo, el carisma de
Julio Anguita: coherente, culto, incómodo. Capaz de conjugar academicismo y
calle y de convencer desde la mirada serena que sólo puede arrojar una cabeza
muy bien estructurada. Enemigo del eslogan, del populismo fácil, del slalom
hacia un lado y otro del espectro ideológico en función de calculadas conveniencias.
Digno y decente, ante todo.
Aquel señor de transcurrir didáctico
e ideas firmes, algunas mejores, otras peores, somos humanos y no tenemos que
estar de acuerdo en absolutamente todo, siempre dispuesto a argumentar con
generosidad intelectual y sentido común, ha acabado por ser un extraño
referente en un país que dice encandilarse con su figura, pero que apenas sí le
votó y que, en su mayoría, se lo perdió bajo el peso mediático de las
formaciones que acabaron por acaparar el grueso de las butacas del Parlamento.
Muchos aplausos, ni una
oportunidad
A diferencia del que fuera
Presidente de Uruguay, José Múgica, el primer político en quien pienso si de
comparar con alguien a Anguita se trata, el “Califa Rojo” ni siquiera tuvo un
peso importante en la oposición. No tuvo oportunidad de demostrar qué habría
hecho y cómo. Todos le admiraban, como tantos admiran a Múgica por los mismos
principios de rectitud, honestidad y coherencia. No obstante, casi nadie confió
en él a la hora de depositar, mediante su papeleta, las riendas del país en sus
manos. Y así, Felipe y Aznar tuvieron el bastón de mando mientras que un líder
intelectualmente más solvente que aquellos, ético hasta el extremo, se quedó
como suerte de “viejo sabio” al que admirar como quien admira un rarísimo
ejemplar de animal embalsamado en un museo al que se acude muy de vez en cuando.
Y la cosa no ha cambiado
mucho, no crean. Ahí está toda esa derecha que aplaude la memoria de Anguita,
elogiando su honestidad, cantando las excelencias de gestos como que renunciara
a todos los beneficios y prebendas de su paso por la política, para cobrar su
pensión de profesor.
Que es normal que todo el
mundo aplauda gestas así hasta con las orejas, sí. Lo que ya no es tan normal
es ponerle como ejemplo de lo que tendría que ser la izquierda, cuando lo que
tendría que ser es ejemplo para toda la clase política, independientemente
de su color. ¿O es que si uno ejerce desde la derecha no tiene necesidad de ser
honesto y se le justifica que robe, mienta e incumpla?
Parece que sí, y por eso
llevamos décadas en manos de políticos y partidos corruptos, basados en el bajo
instinto del eslogan patriotero, la promesa vacía y el escaqueo pueril.
Políticos de tweet de 140 caracteres y zascas para las redes sociales que no
aportan ninguna solución verdadera a los problemas de la gente: sustento,
vivienda, educación, sanidad, paro. Tipas y tipos que medran sobre nuestro trabajo,
nuestra confianza y mayormente se expresan con una retórica que insulta a la
inteligencia.
Y, mientras todos clamamos,
como ovejas balando hacia el cielo, qué bueno que era Julio Anguita, la verdad
es que ni siquiera sabíamos muy bien qué decía y en nada han servido su ejemplo
y esa presunta admiración que le profesamos, para que dejemos de cometer los
mismos errores de siempre.
Los de depositar nuestros
destinos en manos de delincuentes, sinvergüenzas y mediocres con buen talento
para trepar alto y nulo interés por nuestro bienestar o nuestra prosperidad.
Los mismos errores que llevan
toda una larga historia repitiéndose.
Toda la razón en lo que expones que vergüenza y asco sentiría al oír los elogios y comentarios y alabanzas de estos políticos como menos mediocres cobardes chorizos y sin ética ninguna.
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ResponderEliminarNo puedo estar más de acuerdo con todo. Añadiria solo que yo SI le votaba, y que por eso siento un poco de vergüenza ajena ante tanto reconocimiento tardío por los que le dieron tan pocas oportunidades en vida.
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