jueves, 7 de mayo de 2020

Billy “el Niño” y la desmemoria que nos acompaña



La impunidad, las medallas y el cómodo anonimato que han acompañado a Juan Antonio González Pacheco --más conocido como “Billy el Niño”--, en los compases de su vida, recién apagada por el Covid-19, son la muestra, para mí fehaciente, del imperdonable déficit de memoria de este país. Precisamente, la desmemoria y el mirar hacia otro lado que hace que España lleve toda su historia cayendo siempre en los mismos vicios y eludiendo, de forma casi sistemática, las mismas virtudes.

Ninguna democracia se puede fundamentar sólidamente en un ejercicio de amnesia colectiva. No puede existir progreso, verdadera modernidad y libertad de pensamiento cuando se alternan cegueras selectivas con la contemplación --acrítica, sesgada y a menudo falseada-- de una historia más imaginada que realmente transcurrida.

¿De qué me sirve ver la punta, si no sé que bajo el agua hay un iceberg? ¿O si pienso que ahí debajo hay otra cosa que me conviene creer?

Así que no. Esto no va de “reabrir viejas heridas que no interesan a nadie”, como afirman los más cínicos o los más necios, sino de admitir lo que ha ocurrido, con valentía moral e intelectual, mirando de frente a nuestro pasado reciente. Caiga quien caiga, duela a quien duela, una Historia que no es una película de buenos y malos, aunque hay malos, como Billy “El Niño”, que pueden llegar a hacer buenos a muchos.

Y, ya que no hemos sido capaces de impedir que un engendro como González Pacheco se haya salido de rositas tras todas las atrocidades que cometió, al menos no olvidar quién fue. Lo que hizo, a quién representó y en nombre de quién mató y mutiló.

Recordarle para recordar el lado más repugnante del lugar y mundo que habitamos. Y recordar, también, que hubo una ceguera autoinducida que permitió que él, y otros de su calaña, permanecieran al confortable calor de sus madrigueras hasta el último de sus tranquilos días.

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