La ineficacia de las fuerzas policiales belgas ha vuelto a arrojar un resultado atroz, que nos iguala un poco más a las víctimas del mundo árabe porque, ahí como aquí, los que mueren siguen siendo los pepes, los mataos, los ciudadanos de a pie: el mindundi como usted o como yo que iba en metro a hacer un recado, a currar, al mercado o a ponerse a la cola del paro.
La anterior vez fue París, donde el único al que evacuaron y pusieron a salvo de inmediato fue el primer
ministro Hollande. Todo el resto, el populacho, quedó expuesto, entonando la
Marsellesa, a las balas y los cinturones bomba. Unos, los que sobrevivieron, con
más fortuna que los otros.
11S, 11M, 14N, 22M. Si nunca se
han sentido carne de cañón, tal vez sea éste un buen momento para plantearse si no
lo somos. Si nuestro destino no es el mismo que el de muchos ciudadanos que, en varios puntos
de la otra orilla del Mediterráneo, sucumben bajo el fuego amigo o enemigo que,
a esas alturas, cuando tu cráneo está reventando en mil pedazos, si es cosa de un
ejército invasor, o un grupo de fanáticos locales, o un mercenario, o el
vecino, o cualquier hijo de la gran puta armado y alimentado por las
oligarquías petroleras y financieras, qué cojones más da.
Así que así estamos, creo:
poderes oligárquicos repartiéndose el pastel mientras se descojonan de la risa,
mezquinos representantes políticos al servicio de éstos y desesperados por
mantener sus culos al calor de sus butacas. Y, por abajo, un sustrato de pobres
desgraciados que suficiente tenemos con tirar para adelante, expuestos a
que los equilibrios y desequilibrios de los de ahí arriba nos hagan saltar por
los aires, o nos aboquen a cruzar medio mundo para huir del silbido de unas
balas con denominación de origen sin controlar; aunque todos sepamos, en
nuestro fuero interno, quién las fabrica, quién comercia con ellas y quién
financia la operación.
Y, por si la cosa no era
suficientemente graciosa de por sí, atiendan que hay más: a un lado del
cuadrilátero, una izquierda progre y pacata dispuesta a tragar cualquier forma
de fanatismo por aquello del respeto, la convivencia y el buenrollismo entre civilizaciones.
Como si esto fuera el dibujo de un pasquín de ésos que reparten los Testigos de Jehová,
todo jijijí y jajajá en un mundo soleado donde la peña está encantadísima de
conocerse. Incluso el león y la gacela.
Al otro lado, una ultraderecha que
instrumentaliza, babeante, el trágico éxodo de millones de personas que, precisamente,
huyen de las masacres de sus países, de sus hogares en llamas, en busca de una
vida mejor (o, simplemente, de una vida); y que estas mentes preclaras
confunden con los verdugos en un acto de mala fe a prueba, nunca mejor dicho,
de bomba.
Así las cosas, hasta parece lógico que los de ahí arriba jueguen con nuestras vidas, nuestras cabezas y nuestros traseros de la manera bastarda y medieval en que lo están haciendo: coartando nuestras libertades y cercenándolas a unos niveles de pre modernidad (¿recuerdan aquella cosa, en teoría efímera, llamada Patriot Act?), idiotizándonos con mensajes vacíos que apelan a nuestras mal administradas entrañas, deseducándonos con ahínco, precarizándonos hasta disparar nuestra tasa de mortalidad, acojonándonos sin cuartel y devolviendo las religiones a un lugar donde cualquier sociedad mínimamente civilizada jamás querría que volvieran.
Y haciendo sus negocietes que,
oigan, en el fondo, de eso y de seguir acumulando poder y petrodólares se trata.
Quieren que vayamos en coche al curro, que no te enteras. ;)
ResponderEliminarClaro, y que usemos mucha gasofa para seguir multiplicando sus petrodólares, jajaja. Siempre me ha encantado tu humor negro. Un abrazo, Tedi!
ResponderEliminarentonces...si los buenrollistas de la izquierda apostamos por un mundo idílico e irreal y los de la derecha por un futuro distópico hecho a medida....entonces, cuál es camino que según usted debemos seguir?
ResponderEliminarYo creo que, al margen de que unos y otros podrían empezar leyendo un poco de historia y antropología, ya que nos ponemos, la izquierda debería anteponer el progreso a cualquier forma de buenismo e integrar de una forma sensata.
ResponderEliminarLo que luchas contra fundamentalismos, estados religiosos y totalitarismos han conseguido, que no lo estropee la necesidad de encorsetarnos en una corrección política que pierda de vista que primero es el bien social y las libertades individuales y, luego, sin que éstas condicionen lo otro, las creencias privadas de cada uno.
La integración significa ceder, y quien no cede evidentemente no se integra. Quien pretenda vivir en esta sociedad, pero que su mujer lleve burka so pena de lapidación, no se integra. Quien pretenda vivir en esta sociedad, pero practicarle la ablación a su niña de 9 años, no se integra. Quien pretenda vivir en esta sociedad, y agredir a mi colega porque es gay, no se integra.
En fin, que la izquierda sea un poco más categórica con lo que se supone que tiene que ser un mundo socialista donde uno puede ser gay, ir con o sin velo, y una mujer tener garantizado el derecho a estudiar o la integridad de su vagina.
Es mi idea, no digo que sea la verdad absoluta obviamente, pero -joder- está visto que así no vamos bien.
Respecto a las derechas, dejo que alguien perteneciente a las mismas de su opinión.
Preclaro retrato de la sinrazón en la que estamos desgraciadamente inmersos.
ResponderEliminarUn saludo,
Igu
Preclaro retrato de la sinrazón en la que estamos desgraciadamente inmersos.
ResponderEliminarUn saludo,
Igu
Un abrazo, Igu!
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