Hay una mezcla de dolor y alivio
ante la noticia del cierre del New Underground, uno de los últimos bastiones
del entramado subcultural barcelonés de los últimos años.
Pesa, por un lado, el comprensible
hartazgo por parte de Merche y Miguel Ángel tras una larga noche que venía
durando 14 años. Un esfuerzo al que las políticas culturalmente suicidas de
nuestros gobiernos (el regional y el otro), y de nuestro ayuntamiento,
remataban con un maltrato sistemático. Maltrato que, por cierto, lleva tiempo redundando
en un éxodo en masa de gestores, artistas y operadores del entorno cultural
hacia otros sitios.
Por ahí, el alivio. Y que, bueno,
también, el local quedará en buenas manos con un nuevo propietario que hace
gala de incuestionable criterio estético y musical.
Lo del dolor no hace fata
explicarlo mucho, porque esa larga noche la hemos vivido unos cuantos, desde el
otro lado de la barra, al abrigo de la paciencia, amabilidad, profesionalidad y
buen hacer de Merche y Miguel Ángel. Siempre con la sonrisa en la boca, siempre
con los brazos tendidos para apoyar iniciativas, incluso algunas descabelladas.
Y duele tener que decirle adiós a todo eso, porque la cosa trasciende lo individual y
redunda en una buena cantidad de colectivos que quedarán, de alguna manera,
huérfanos de quienes con más cariño les trataron.
Con ese sabor agridulce en el
paladar y en el alma nos vamos a congregar, este sábado 5, en el New
Underground para despedir con el cariño que se merece a un trozo de historia de esta ciudad.
No hay mucho más que decir. Sólo
que espero verles por ahí.