Hace un inconfesable porrón de
años, dos chavalitos feos, emparkados e incapaces de callar ni debajo del agua,
entrábamos en una minúscula tienda enquistada en unas galerías de Virrei Amat,
en la que íbamos a establecer el primer contacto visual de nuestras vidas con
camisas Ben Sherman, pantalones de talle bajo y polos Roberto Carlo y Gabicci.
Aquella tarde de invierno,
tratando educadamente de mantener a raya el descojone que aquellos dos mocosos cubiertos
por parches y chapas suscitábamos, estaban atendiendo Montse y Pepi: las dos
hermanas Skinhead de Barcelona que, años después, iban a alumbrar nuestra marca
autóctona de camisas chanantes: Britac.
Así las cosas, no se pueden
imaginar el honor que, para mí, supone que ellas mismas me hayan pedido un
texto para el blog con el que inauguran su nueva página web, www.britac.net; unos renglones pergeñados con
el mayor cariño a los que, si les interesa, pueden acceder a través de AQUÍ.
Por cierto, sobre aquel otro
tierno adolescente que iba conmigo aquella tarde, en Virrei Amat, bueno: se
casó hace un par de semanas.
Y, a su boda, acudí enfundado en una
Britac.
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